Anclaje al vacío. Víctor M. Pérez Mateos

Dos poemas de Víctor M. Pérez Mateos sobre dos murales a medias entre David de la Mano y Pablo S. Herrero.

FINAL DE LA CREACIÓN

Peinadito mi niño con dulces cardos,

desnudo en el invierno y triste y malo.

Luis Federico Martínez

Es el orden mental de la madera, y no la prisa

la que enseña a los huidos la languidez de los proverbios

hasta que, helados, al fin, en los colmillos de mi vientre

levantan las ciudades, para ver, que no hay esplendor

tendido, que los hombres son mis párpados

o yo; si se me juntasen los labios, tened en cuenta

que vuestro embeleso custodia el enigma

que disciplina mis deseos yo soy el pintado a última hora

en la pared, y ahora este lugar está conmigo, y a mí

no me recuerdo,

este es el uso de los actos: no me desahogo en el mundo

pero pintándome explicáis vuestra salida de las estrellas,

escoltáis la maravilla, vuestros caprichos recorran el mundo …- no quiero que sepáis por qué me hicisteis esto Ahora que sólo me queda la pronunciación de la llave Preciso en la justicia, rugiente en mis jardines sangro con esmero, y encima me guardo el cuajo y los orines, a la mínima señal saldré de aquí

Respeto que seduzcáis al hombre blanco

haciéndome trepar, villanos, al incendio

el tiempo falla, el espacio me vale

será mi concentración salvaje en este lugar

ideal para resistirme: misas de campaña, harto de vino

y de cocer pedruscos, para ponerlos a vuestra sombra

cuando dormís,

(… ) se vuelven ortigas, firmas de adolescentes que amontono

retrasando cada amanecer junto a animales sin apetito,

será una sola visita al orgullo, pero final y constante:

bultos en las ingles es lo que valora el sediento

ahora corrijo en vuestros sueños los muslos de un encino- en este planeta que sólo ayuda a juntar las fiestas en una frase sin corazón, como si, a veces, excavaras en paz en mis sentidos dices soy la afasia párvula que late en los espectros vitalicios Cuando nacen de mujer les contesto: mis labios azotan la hoguera, o, me quedaré al Sol

que no tardará en ceder en mi lengua- hasta que me ponga malo (será el riesgo mes a mes)

Adoro las épocas de vergüenza, y llorarlas

en largas pajas maestras

sería una mera venganza

de mi geometría; nutro anatomías que, tal vez,

decidme, hayan muerto

-un solo carril-

huya pues el viento de mi violencia

fidelísima,

el talento

El horror de la primera parte.


CORTEJO DEL PEZ HOMBRE

Hemos inventado un tesoro ágil, otro

y esta es su cicatrización

os traemos el sueño que explica

donde somos ungüentos por afilar

en barbos engañados con mi rostro,

el galope en la torre donde somos hostiles

a verbalizar, no el que obedece a las heridas

el combate puro de mis narices por donde salís

como manzanos extranjeros

Mirai la claraboya por donde no huiremos

la calma, no las noches aquí

por un soldado ido enfilando la piscifactoría

que descubristeis, esta hendidura carnal

que respira por vosotros, pequeños míos

limados en interrogatorios justos, por circulares- la lluvia y los anzuelos reconocen a los sanos pero en lo hondo la traición, no es traición, mentira, y, quizá, no cesábamos de crear por eso; no oís a mis perros difuntos, mordidos por las ganas esperándome ahí afuera, un buen lugar para fumarnos los anzuelos y dejarnos caer

Peces hombre somos

y hemos pasado a la acción,

tábanos que paseamos en busca del aire

que dejáis es nuestro cortejo impávido,

víveres que lanzar al río, para elevarnos

y que los alrededores sean nuestro secreto

es el origen que esperamos-

así se concilia un naufragio esbelto

es fácil con los traidores vivos

y, sobre todo, atormentar a la nieve

no la nieve humana, sino la segunda clausura

de todo

en el despertar de los frenazos

El río iluminado en los dientes -sin condiciones-

Porque antes de salvar la vida

aprendimos para siempre a alcanzarnos

la ráfaga linda de ninguno

cuando el material puro traba la limpidez

que lo categoriza “con el pueblo japonés acabado, olvidad

el archipiélago sometido, intrigantes, replicad

de nuevo a los franceses,

las palabras encerradas sólo dan el paso

que las impide…”,

se parecen a los sentidos rasgados –los que cuajan

para empresas de gula y estruendo-

el secreto de gobernar

el pecho marino consistía en saber revender con habilidad

los mapas

Contra la igualdad sonreíamos a Paracelso, la

sonoridad siquiera inacabada como los filos libres

es el universo que persevera en las crías

es la calma ascendente de los herboristas

al ritmo de las maravillas adelgazadas, cambios

respirados –novedades, ni se enteró- para imantar al bosque

la estación radiante de pesca sorteo puro

si sólo somos espíritus ralos para el dolor

que la traición humana, ni niega,

ni alcanza.

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